Pero éste es el mundo del capital. Los comunistas no lo demonizamos. Reconocemos ampliamente los méritos históricos, en el paso necesario del Medievo a la denominada “edad moderna”. Sin embargo decimos que así están las cosas, en la fase terminal, agónica, de este modo de producción, y que esta agonía está destinada a hacer pudrirse todo; en la economía, en la sociedad, en la vida material, en la cultura. Decimos que es hora de enterrarlo, porque, si no se hace, no sólo la putrefacción y el embrutecimiento “civil” llegaran a ser tremendos, sino que se acompañarán de una posterior catástrofe colectiva: una nueva carnicería mundial; no ya una lejana guerra, sino un conflicto general, la última carta en manos de la clase dominante para eliminar lo que ha producido en exceso.
A través de ésta décadas desgraciadas, el proletariado mundial no ha aceptado pasivamente este estado de cosas. Ha peleado, ha procurado vender su cara la propia piel, responder a los ataques directos e indirectos. Pero lo ha hecho de manera desesperada, instintiva, desorganizada, sin una dirección, cediendo rápido a los reclamos de muchas sirenas. No podía ser de otra manera: en los últimos ochenta años, la acción convergente de distintas fuerzas políticas, la tenaza representada por las muchas estrategias de dominio de la burguesía (democracia, nazifascismo, reformismo de varias especies y naturalezas), la devastadora traición perpetrada por el estalinismo (una de las formas bajo la que se expresa la contrarrevolución burguesa) han privado al proletariado de su cabeza, el partido revolucionario; y así lo han convencido y obligado a moverse, incluso cuando luchaba, dentro de los estrechos límites del status quo, sin poner nunca en discusión el orden y la ley, el estado de la economía y la santidad del Estado, de sus instituciones, de sus guardias armados, delegando en otros (sus enemigos, sus traidores) las soluciones a sus problemas, pidiendo en vez de imponer con la fuerza, sufriendo las ilusiones repartidas a voleo, en vez de reconstruir la propia identidad y autonomía de clase.
Hoy día, mientras nubes cada vez mas negras y grandes aparecen en el horizonte, emerge cada vez mas fuerte (a pesar de que no lo pueda hacer ante ojos velados por numerosos engaños) la necesidad urgente de comunismo, de un modo de producción diferente y superior, cuyas bases materiales ya existen en la actualidad, pero están sofocadas por la camisa de fuerza de la sociedad de clase; la necesidad urgente de una organización social que haga salir a la humanidad del embrutecimiento de esta larga, tremenda prehistoria, que le haga vivir finalmente una historia armoniosa de la especie, sin privilegios ni conflictos de clase al ser sin clases, sin dinero, sin beneficios, en una sociedad en la que, como se lee en el capítulo “Proletarios y comunistas” del Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels “el libre desarrollo de cada uno es la condición para el libre desarrollo de todos”.
Cada vez con mas evidencia, la bola vuelve a los proletarios y a nosotros los comunistas. Para defenderse del ataque, los primeros estarán obligados a retomar el camino de la lucha abierta, intransigente, rechazando “compatibilidades” y “exigencias superiores”, “juegos democráticos” y “necesidades empresariales”. Y, en el curso de esta lucha, de estas luchas destinadas a liberar de nuevo a nivel mundial, reconocerán a sus propios enemigos, sindicales y políticos; sentirán en su piel el papel del agente armado al servicio del Capital del Estado; tendrán la necesidad de una organización propia de defensa y de una dirección experta, madurada en décadas de batallas sobre el terreno, teóricas y prácticas. Corresponderá a los segundos, a nosotros los comunistas, proporcionar esta dirección, participando en esas luchas, organizándolas y dirigiéndolas, contra todos los enemigos y traidores del proletariado y del comunismo, contra el Estado y sus esbirros legales e ilegales, para llevarlas mas allá de los límites de la guerrilla de defensa, necesaria pero insuficiente: hacia la toma del poder y la instauración de la dictadura del proletariado.
Ese mismo capítulo del Manifiesto del Partido Comunista nos recuerda: “Los comunistas se distinguen de los demás partidos proletarios por el hecho de que por una parte, en las distintas luchas nacionales de los proletarios, destacan y ponen en primer plano los intereses comunes de todo el proletariado que son independientes de la nacionalidad; por otra parte, por el hecho de que, en los distintos niveles de desarrollo que la lucha entre proletariado y burguesía traviesa, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto”.
En estas pocas líneas está recogido el enorme sentido histórico de la batalla que llevamos desde hace mas de un siglo y medio, que solo los proletarios organizados en partido han sabido llevar de manera consecuente e intransigente. Que este Primero de Mayo señale el inicio del despertar proletario y comunista. Ese es nuestro deseo, y nuestro empeño.
Partido Comunista Internacional